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Cumaná, Estado Sucre, Venezuela
Un lugar para recibir y compartir visiones. La sociología tiene la tarea de conjugar en una sola mirada, la sociológica, el espectro inmenso de las apreciaciones sobre lo cultural. Aunque la mirada de un sociólogo es personal su obligación histórica es considerar lo múltiple y diverso, asignándole pertinencia y un sentido humano.

viernes, 20 de febrero de 2015

Historias cortas



Presumo que, como todas las madres, la de Geraldine Moreno guarda las imágenes preciosas de su nacimiento, sus balbuceos, sus primeros pasos, sus sonrisas de bebé, de niña, de adolescente, de joven enamorada. Conserva la memoria de sus hábitos, de sus frases-cliché; reconoce sus pensamientos frente a situaciones triviales...Ahora la madre de Geraldine está confinada a los recuerdos. Un brazo armado borró la sonrisa amplia, la celebración de un gol, su día de graduación, la planificación de una boda, el nacimiento de sus hijos; lo hizo a quemarropa sobre sus ojos inmensos y asustados.
Bassil da Costa cayó a los pies de sus compañeros, quienes incrédulos lo cargaron, llamándolo por su nombre. Bassil no respondió más: un tiro en la cabeza esfumó su futuro, impidió el rencuentro con su madre. Por diversos medios rondaba un mensaje:"Mamá, iré a luchar por mi Venezuela, si no vuelvo me fui con ella"; el pensamiento sigue allí, amenazando. Sobre su féretro un balón y una bandera; la franja roja refuerza su simbología.
Cuando Génesis Carmona recibió el impacto de bala en su cabeza, un grito de dolor recorrió las calles de Valencia; todos la conocían, todos la querían, algunos con un amor secreto. La fotografía recorrió el mundo: inerte, su cabellera al aire, sus brazos abiertos al sol y al cielo, atravesado su bello cuerpo sobre el volumen de la motocicleta que recorrió las calles buscando la ayuda que al final se reveló infructuosa. Hasta allí sus sueños.
José Méndez se llamaba el chico al que un chofer empoderado le lanzó la camioneta encima, más de dos mil kilos sobre la humanidad de un joven, casi un niño, de diecisiete años; no tenía edad para saber que para algunos humanos la piedad no existe, que, ante la rabia por un inconveniente, o ante el miedo de perder su salario, algunos optan por el homicidio. Carúpano, Sucre, Venezuela se llenaron de asombro, de impotencia. La impunidad campea.
Adriana Urquiola, embarazada de tres meses, ejercía el periodismo traduciendo noticias al lenguaje de señas. Bajando de un autobús le llegó, por contagio perverso, la mala hora, a través de la acción de un ex presidiario, con porte de armas y con credencial policial. Su muerte parece anunciar cuán imposible es la comunicación ante tal sordera.
La madre de Jimmy Vargas no tiene en quien personificar la responsabilidad de la muerte de su hijo; el joven cayó de un segundo piso cuando retrocedía ante los disparos que desde la calle efectuaba la Guardia Nacional, pero tiene la certeza, el corazón y la valentía, que recogió como banderas en el lugar en el que cayó Jimmy. "No me den el pésame, agarren fuerzas para seguir luchando", ha dicho.
Graciela Acevedo Profa. Dpto. Sociología UDO-Sucre

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