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Cumaná, Estado Sucre, Venezuela
Un lugar para recibir y compartir visiones. La sociología tiene la tarea de conjugar en una sola mirada, la sociológica, el espectro inmenso de las apreciaciones sobre lo cultural. Aunque la mirada de un sociólogo es personal su obligación histórica es considerar lo múltiple y diverso, asignándole pertinencia y un sentido humano.

viernes, 20 de febrero de 2015

Entre la verdad y el vacío

Entre la verdad y el vacío
 
Tengo una perenne curiosidad por los tiempos en los que se conformaron las bases de lo que hoy llamamos universidad. Tal vez por eso, la novela “El Nombre de la Rosa” del estudioso y prolífico autor italiano Umberto Eco, me atrae y complace tanto. Particularmente fascinantes me parecen las escenas en las que uno de los personajes, Jorge de Burgos, un anciano bibliotecario ciego, trata de impedir, con todos los recursos posibles (incluyendo el asesinato y el suicidio), el acceso a textos que contenían verdades restringidas por la iglesia, entre ellas, las apreciaciones de Aristóteles sobre la risa, contenidas en la “Poética”.
Si seguimos la simbología ofrecida por Eco, la universidad nace con la persistencia de la racionalidad para enfrentar el manejo discrecional de la verdad; la universidad busca la verdad hasta encontrarla, para estatuirla y para compartirla. Así, cualquier estudiante universitario podría identificarse con el personaje de Adso, quien recibe de su maestro Guillermo de Baskerville unos anteojos y una lección de valentía, discernimiento y persistencia en la búsqueda de la verdad, que se antojan, al final, como entregas de testigo para la permanencia del pensamiento ilustrado.
Es fácil encontrar la verdad en la universidad actual, porque obedece a la circunstancia, a lo directo, a lo que no tenemos que explicar. Lo difícil, lo incomprensible, ahora, es saber cuán cercanos están de la verdad quienes comparten las vivencias académicas y cómo, con los argumentos que ostentan y sus procedimientos, afectan la permanencia de lo universitario.
Observando globalmente, por ejemplo, el ambiente donde se desarrolla la vida universitaria del Núcleo de Sucre, no podemos dejar de sentir la reminiscencia de un clima medieval: oscuro, sucio, aletargado, impenetrable. Esto es particularmente nítido en las relaciones de poder que exhiben algunas autoridades con los profesores, vale decir, los encargados de mantener la Sociedad del Conocimiento. Quien conozca el pensamiento marxista puede reconocer en estas relaciones el tipo de discrecionalidad que caracteriza las relaciones de dominio entre el Señor Feudal y el Vasallo.
Progresivamente la mayoría de los docentes universitarios han dejado de lado el papel institucional que les corresponde, la búsqueda de la verdad científica, para distraerse en labores alejadas de ese papel. Por ejemplo, ayudan a estudiantes a realizar todo tipo de tareas, obligados (subrayo: obligados) por la figura del Servicio Comunitario. Recientemente se planteó la posibilidad de que participaran en labores que busquen la seguridad en los campus. Este tipo de tareas se pretende justificar desde alegatos falaces.
Algunas veces para expresar la verdad debemos argumentar, pero la mayoría de las veces debemos hacerlo desbaratando mentiras. Frente a la mentira, en la universidad, el silencio, la complacencia, la inacción, se convierten en formas de falsedad, en vacío conceptual.
  Graciela Acevedo  Profa. Dpto. Sociología UDO-Sucre

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